El Retrato de Dorian Gray es insoportable. Es un libro realmente insufrible en todos los sentidos. La acción es lenta como el caballo del malo (existen cincuenta páginas centrales en las que no pasa absolutamente nada), las descripciones son largas, difíciles y muchas veces innecesarias y los diálogos tienen que ser leídos varias veces hasta entenderse. 

            Tiene todas las características que hacen que yo odie un libro, que lea una página, dos, quizá; tres, con suerte, y que a la cuarta tenga que cerrarlo o tirarlo por la ventana. Como ha llegado a ser uno de mis libros favoritos es una duda que me llevaré a la tumba, pero así es, algo pasa, hay algo en él que me hace saltarme mis principios respecto a los libros, que no son pocos. Prueba de esto es que ya lo he leído tres veces, y no dudo que tarde o temprano habrá una cuarta.

            Quizá sea la historia lenta pero atrapante, sembrada de insinuaciones sexuales  (cosa que le trajo no pocos problemas al pobre Oscar Wilde). O igual son los personajes, los diálogos irónicos, el ambiente recargado y opresivo, la moraleja brutal de la historia o la critica social, que tanto vale para su siglo como para el nuestro. También puede ser el final, que deja un sabor de boca extraño, como el de las nueces que no están buenas... Pero hay algo increíble en él, como en Justin Bieber, hace que solo pueda horrorizarte o encantarte.

            Podría escribir párrafos y párrafos, pero al final es mejor que lo leas y que no lo explique yo, que lo voy a hacer mal o muy mal, y creo que compararlo con Justin Bieber ya ha sido suficiente.


Deja un comentario

Con la tecnología de Blogger.